Debido a la Guerra de Secesión en Estados Unidos, Conrad Wise Chapman encontró un estrecho mercado para el arte y los suministros para producirlo. Dependía económicamente de los encargos del ejército perdedor. El pintor perteneció al conjunto de artistas que como Winslow Homer, Stanford Robinson Gifford, Alexander Gardner, se centraron en el impacto de la guerra. Esta situación provocó que, en su nación, no llegara a ser conocido sino hasta años muy recientes.
En junio de 1865, desde Monterrey, Chapman le escribió a su padre comunicándole su decisión de permanecer en este país el tiempo suficiente para reunir material para pintar en el futuro. México es el país más pintoresco en el que haya estado. El paisaje montañoso sobrepasa cualquier cosa que haya visto antes.
Después, en enero de 1866, Chapman llegó por primera vez a la Ciudad de México. Trabajó con una tropa apostada al este de la capital, lugar al que Maximiliano había invitado a los confederados estadounidenses para hacer su residencia. En marzo las fuerzas juaristas ganaron ese territorio y el pintor volvió a la ciudad, donde empezó a exponer sus cuadros.
La investigadora Marisa Day sostiene que el arte de Chapman combina la paisajística mexicana decimonónica de fines de siglo con la pintura de viajeros anterior. En contraste con esta última, se decanta por el costumbrismo que busca identidades locales, características más reconocidas también en la obra de Luis Coto, José María Velasco, entre otros pinceles coetáneos al del autor estadounidense. En Paisaje mexicano, el motivo central es el Ajusco. Tiene elementos de otras obras como el hombre de pie, del primer plano, que figura también en Hombre mexicano con sombrero que fuma un cigarro, o el paisano que está sentado al lado de su caballo que aparece en Valle de México, ambos cuadros en Museo Soumaya.
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