Panel de cinco azulejos planos pintados que componen la estación duodécima de un viacrucis. La escena la componen cuatro azulejos pintados en tinta negra para el dibujo y coloreados en azul, amarillo, ocre y verde. El quinto azulejo lleva el número que corresponde a la estación pintado en negro sobre blanco.
Entre las pinturas religiosas destacan los cuadros devocionales, sobre todo para uso exterior, puesto que el soporte cerámico se presenta como una solución especialmente adecuada para ello. Estas imágenes convertían las ciudades en inmensos espacios urbanos sacralizados. Un capítulo de gran importancia dentro de esta temática religiosa será el constituido por los Vía Crucis que tradicionalmente se colocaban en torno a los claustros, compases o huertos conventuales y también en recorridos urbanos preestablecidos que partían de la iglesia parroquial y terminaban en ella después de pasar por varias calles de una localidad. Este vía crucis que se conserva en el museo es del siglo XX y sigue el modelo más frecuente del setescientos.