La postura crítica de los artistas frente a la politización de la cultura es mayormente desconocida fuera de México, sobre todo porque dichas alusiones, en la pintura, se daban generalmente con base en metáforas -como Antonio Ruiz- o con la ironía y sátira caricaturesca de un José Clemente Orozco. En cambio, en El orador pueblerino, Fernández Ledesma recurre a la gesticulación deformante y a la estética anarquista del expresionismo alemán, como si fuera un George Grosz, lo mismo que a un cromatismo y plasticidad que pudieran emparentarse con los fauves; sólo que en este caso se han trasladado al ámbito de la retórica discursiva de los gobernantes del México postrevolucionario que buscaban granjearse al electorado popular, muchas veces iletrado, para ascender escaños en el poder y beneficiarse económicamente. El que los pintores mexicanos hayan tenido compromisos políticos personales y, eventualmente conciencia ante las desigualdades sociales, no significa que los contenidos de su producción artística hayan tenido siempre carácter de propaganda y, mucho menos, que sus lenguajes estuvieran sujetos de manera exclusiva a un realismo social. Cfr. a Judith Alanis en el catálogo de la exposición del Museo del Palacio de Bellas Artes, "Gabriel Fernández Ledesma y el nacionalismo cultural postrevolucionario" México, Instituto Nacional de Bellas Artes, 1982
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