Esta figura forma parte de un grupo del cual conocemos varios ejemplares más, que pasaron a formar parte de diferentes colecciones; en general, se conservan las figuras de las aves bastante completas, lo cual indicaría que su fragmentación no fue accidental sino que, en algún momento, fueron desprendidas deliberadamente del edificio en ruinas, con el cuidado de cortar cada una de las figuras para separarlas.
Por su estilo, por los motivos representados y por algunos indicios encontrados en excavaciones formales en Teotihuacán, sabemos que esta imagen y sus semejantes proceden de un conjunto habitacional (monasterio o palacio, seguramente) que se conoce con el nombre de Techinantitla; los fragmentos que se conservan nos indican que varias de las habitaciones del conjunto estuvieron ricamente decoradas; en una de ellas hubo un mural en el que se representó una secuencia calendárica por medio de árboles con ciertos glifos en su base, rodeados por serpientes emplumadas. En otra habitación se representó el grupo de aves del cual formó parte esta pieza. Todas las aves del grupo presentan un abundante plumaje de color verde. Las largas plumas de la cola y las que se colocaron, a manera de penacho, en la cresta estilizada, nos indican que se trata de un quetzal macho, sofisticado y combinado con otros elementos simbólicos.
El quetzal es una de las aves más representadas en Teotihuacán y en Mesoamérica. El verde brillante de su plumaje era muy apreciado, se le asoció con la serpiente emplumada, Quetzalcóatl, y también con el dios de la lluvia. Un elemento muy común en el tocado de Tláloc es el penacho de plumas de quetzal. Algunos de los quetzales de este conjunto mural portan escudos y lanzas o flechas. El que ahora vemos no está provisto de armas, y en el lugar en el que los otros ostentan el escudo éste muestra una flor, o acaso un “escudo” de flor abierta de cuatro pétalos, con el centro oscuro, que aparece con mucha frecuencia en las imágenes teotihuacanas.
A través de las plumas de las alas, cruzan sendas bandas horizontales ligeramente curvadas; en ellas se muestra la secuencia de ondulaciones, en colores azul y rojo, que habitualmente se asocian con el agua y con la sangre. La representación de los flujos de líquido en muchas imágenes mesoamericanas es ambigua, pues parecen aludir al agua (y en esa medida, quizá, a la agricultura y a la fertilidad) pero también se ligan con imágenes sacrificiales, de sangre; y en realidad no sería extraño que tuviesen ambos sentidos. Una forma vegetal emerge del pico del quetzal; se parece mucho a los árboles que se pintaron en el mismo conjunto habitacional y, como ellos, muestra flores en los extremos de las ramas. En varias imágenes teotihuacanas pueden verse brotes fitomórficos surgiendo de picos y también de trompetas de caracol, lo cual hace probable que dichos brotes aludan al sonido, en este caso al canto del quetzal.
La rica policromía de esta representación coincide con la que encontramos en otras imágenes teotihuacanas; los murales de Techinantitla, en general, destacan por haber conservado verdes y amarillos que en otras pinturas se han desgastado y luido.
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