Plato ligado a la ciudad andaluza de Córdoba, se encuentra en las cartas de restaurantes de muchas ciudades, especialmente en las de tradición taurina durante las temporadas de feria.
Se introducen todos los ingredientes a la vez en la olla y se cuecen a fuego lento. De esta manera, las gelatinas del rabo de toro se sueltan y proporcionan un resultado untuoso y exquisito.
Según la historiadora Almudena Villegas, es una "preparación típica cordobesa que nacería en los alrededores de la zona de la plaza de la Corredera, donde se alanceaban toros y los despojos se troceaban para su consumo posterior." Es un estofado enriquecido con vino generoso de Montilla-Moriles y espaciado con clavo y pimienta negra que se ha hecho muy popular, convirtiéndose en uno de los iconos gastronómicos de esta ciudad.
Se recomienda prepararlo con un día de antelación, ya que el reposo mejora el resultado y potencia el sabor. Las patatas fritas resultan un perfecto acompañante.