Aglutinados en torno a la madre, los Antuñano, con las mujeres escoltadas por los hombres, emulan una de las convenciones retratísticas más antiguas. El estilo de presentar a la familia se remonta al 1500, cuando un artista nórdico talló un grupo de varias mujeres, con hombres y niños. No era una familia de su tiempo, eran santa Ana y sus descendientes. La sagrada parentela es un género iconográfico surgido en el Medioevo y consolidado durante el Renacimiento alrededor de la figura de santa Ana con sus hijas en el centro, protegidas por los varones, esposos, hijos, yernos y nietos, a partir del cual se basaron los modelos de representación familiar hasta el día de hoy.
El espléndido retrato de Museo Soumaya ha sido atribuido al pintor catalán Pelegrín Clavé; la especialista Angélica Velázquez Guadarrama apuntó que aunque se sabe que el artista español no realizó retratos de familia, sí hay detalles que acusan su influencia como el cuidadoso tratamiento de los rostros y las expresiones, las poses ennoblecedoras de los personajes, el manejo pulido de las texturas y, en este caso, la equilibrada composición lograda a base de dos figuras piramidales […]. La identificación de los personajes procede de la tradición oral que la familia de Antuñano brindó a Daniel Liebsohn. De izquierda a derecha aparecen Esteban de Antuñano (nieto), Inés, Rosa, doña Inés Ladrón de Guevara de Antuñano (esposa de Marcos), Manuela, una joven indígena, Anselmo y, por último, Marcos de Antuñano (hijo de Esteban).
Esta obra que da testimonio de la familia nuclear decimonónica mexicana procede de la colección del anticuario Daniel Liebsohn y se integró a los fondos de Retrato mexicano en 2003.
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