Sor Ana María fue una de las fundadoras del convento de Santa Mónica en la ciudad de Puebla. Aquí aparece en su retrato mortuorio, ricamente engalanada con corona y palma de flores. Las monjas virreinales se ataviaban así en dos momentos trascendentes de su existencia: la profesión religiosa, matrimonio místico con Cristo; y la muerte, el encuentro definitivo con su Divino Esposo. La austera orden capuchina no tenía la costumbre de coronar a sus profesas, sin embargo, por el rango de la fallecida, sí lo hizo a su muerte.
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