Los condenados, se sitúan a la derecha torturados por demonios de apariencia humana, pero con elementos de diferentes especies animales. Lo habitual es que con sus enormes bocas muerdan a los condenados en las zonas del cuerpo relacionadas con los pecados cometidos. Así, a uno le muerden la lengua; a otro, pretenden comer un enorme pan que no le cabe en la boca; y a un tercero, colocado con la cabeza hacia abajo, le resulta imposible beber vino.