Entre 1896 y 1900, Julio Ruelas ejecutó un buen número de retratos masculinos con atavíos arcaizantes: jubones sombríos, cuellos de gorguera, emplumados chambergos, amplias capas españolas, a guisa de caballeros del renacimiento o del barroco. La moda de tal género de retratos la asimilaron tanto Ruelas como Germán Gedovius durante sus años de aprendizaje pictórico en Alemania, en las academias de Karlsruhe y de Munich, respectivamente. En México su práctica halló un campo bien abonado en la atmófera idealista y fantasiosa de la bohemia finisecular, proclive a los disfraces y enmascaramientos como una manifestación de su ruidosa aversión a la grisura de la vida presente. El propio Campos dejaría consignado en sus memorias que el uso de chambergos con plumas artagnanescas y de audaces bigotes a lo mosquetero, se convirtieron en señales externas de la alegre, intemperante y retadora juventud que hacía la Revista Moderna. El cuadro remite, pues, a una actitud deliberadamente cultivada por los miembros de la pandilla literaria y artística con la que el retratado se identificaba. Hay que advertir que, a la sazón, Campos frisaba los 28 años y que había alcanzado su plena madurez expresiva en los cuentos, poemas y artículos que la revista de Jesús E. Valenzuela le venía publicando. Vid. Fausto Ramírez, Arte moderno de México. Colección Andrés Blaisten, México, Universidad Nacional Autonóma de México, 2005.
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