“Desconfío de la imagen de la realidad que transmiten nuestros sentidos, y que es incompleta y limitada”, afirmó en cierta ocasión Gerhard Richter, cuya insistencia en la naturaleza engañosa de la pintura lo llevó a incorporar en su obra una iconografía basada en fotografías familiares o encontradas. En Marina, Richter combina elementos de la pintura y de la fotografía para plantear una reflexión sobre la naturaleza de la representación: ¿Cómo y cuándo percibe el ojo la diferencia entre una superficie pintada y lo registrado fotográficamente? En este lienzo de grandes dimensiones, aparentemente convencional, se abre ante el espectador la extensión ilimitada del océano salpicado por las olas, bajo un cielo sutilmente definido. Con el fin de dotar a la imagen de una apariencia fotográfica, el artista reprodujo el efecto de desenfoque y aplicó el pigmento muy diluido para generar una superficie lisa. Basada en una fotografía que el artista había tomado en Tenerife, Marina hace referencia al género pictórico del paisaje, evocando los cuadros melancólicos y atmosféricos del pintor romántico alemán Caspar David Friedrich.
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