Juan Muñoz fue conocido por sus enigmáticas esculturas de figuras humanas, extrañamente inquietantes. Sus instalaciones parecen escenarios poblados de personajes apesadumbrados en los que subyacen narrativas de conspiración, desesperación y aislamiento. A pesar del carácter a menudo perturbador de su obra, Muñoz supo reflejar coherentemente todo el espectro emocional de la condición humana, desde lo absurdo e irracional hasta lo mordaz y humorístico. Por separado o en grupos, fundidas en bronce o en resina, las figuras —inspiradas en los muñecos de ventriloquia, los enanos y los payasos de feria— están modeladas con un naturalismo simplista y parecen bastante reales, a pesar de adoptar a menudo posturas imposibles, como sentadas en sillas colgadas en la pared o suspendidas cabeza abajo. Desde que empezó a exponer su obra a finales de la década de 1980, los medios utilizados por Muñoz para lograr sus puestas en escena fueron evolucionando con el tiempo, pasando de los pequeños elementos arquitectónicos añadidos a los interiores de las salas de exposición, a finales de la década de 1980, hasta llegar a las grandes instalaciones que remodelan y transforman el espacio, cortando las paredes o añadiendo falsos suelos.
Hasta su temprana muerte a los 48 años de edad, Muñoz trabajó de forma ininterrumpida en la creación de un conjunto de obras que logran atraer física y emocionalmente al espectador. Sus creaciones podrían considerarse como una especie de dramas congelados en el tiempo. Sombra y boca (Shadow and Mouth) sugiere un desarrollo narrativo, o quizá el momento inmediatamente posterior a una discusión, enfrentamiento o acusación. Sombra y boca es una obra característica de Muñoz por su utilización de elementos familiares a modo de accesorios (en este caso, muebles corrientes) en una escena vagamente surrealista y nada explícita. Las figuras sentadas no se miran la una a la otra y parecen encerradas en su propio mundo, privando al espectador de la posibilidad de entablar contacto con ellas. Este estado de aislamiento e incertidumbre es una poderosa metáfora de la ambigüedad y complejidad que encontramos en la vida contemporánea.