El marino Sánchez es retratado de medio cuerpo, sobre la cubierta de un barco del que se distinguen la borda, el mástil y la escala, a su espalda. Señala el mar con su mano derecha y sostiene un sextante, instrumento imprescindible de navegación, con la izquierda. Conocemos el nombre y la procedencia santanderina del encargo, así como la fecha exacta de ejecución del lienzo (1843) gracias a los inventarios realizados por Federico de Madrazo de las obras que pintaba.
El retrato masculino suele entrañar mayor dificultad que el femenino, quizá por la animación que supone la indumentaria y joyería asociadas a la mujer en la época, y, sin embargo, Federico de Madrazo logra sus más altas cotas en esta especialidad, tal y como prueba este lienzo, en el que el autor hace gala de su estilo, de depurado dibujo que conjuga a la perfección con el dominio en el tratamiento del color, apreciable en la gradación de los tonos negros y, en general, oscuros. De hecho, el retrato sólo se ve animado por los toques blancos que proceden de la pechera y la manga de la camisa. El resultado es acorde con el resto de la producción del pintor, máximo exponente del purismo academicista en la pintura romántica española, de la que se destaca la elegancia, como uno de sus signos más característicos.
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