Este lienzo forma parte de la serie que, sobre la vida de San Ignacio de Loyola, encargaron los jesuitas a Valdés Leal con destino al claustro de la Casa Profesa de Sevilla. Realizada entre 1660 y 1664, subraya las intención moralizante con que los jesuitas hicieron pintar esta serie, lo que refleja la función didáctica y ejemplar que siempre dieron al arte. La serie está basada en grabados procedentes de los libros que narran la vida del santo, entre ellos la Vida de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, del jesuita Pedro de Rivadeneyra. Independientemente de la sugerencia de los textos y los grabados que hubo de consultar Valdés Leal, se advierte en esta serie que fue capaz de recrear de forma muy personal el desarrollo de los episodios, tanto en su aspecto compositivo como en la descripción de los personajes y de los ambientes arquitectónicos o paisajísticos en los que se mueven.
Respecto al contenido de esta obra el pintor ha representado un momento concreto conocido como “Visión de la Storta”. Es uno de los temas más importantes de de la iconografía jesuítica y sin duda de la vida de San Ignacio. Esta visión es un hecho que le aconteció al santo cuando se dirigía a Roma junto con sus compañeros Fabro y Laínez para defender su proyecto ante el Papa Paulo III. Ignacio se retiró a orar en un templo situado a orillas del camino cuando se le apareció Dios Padre y su Hijo Jesucristo que se dirigió a él anunciándole que en Roma todo le sería favorable y propicio. Es una escena que para los jesuitas significó una especie de bautismo de la Compañía, ya que a petición del Padre la Orden se llamaría “Compañía de Iesus”.
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