En la mañana del 1 de noviembre de 1755 se produjo un terremoto de gran duración y violencia frente a las costas de Portugal, seguido de un fuerte tsunami. Este será el primer terremoto que, por la gran área a la que afectó, fue estudiado científicamente.
Sus efectos también afectaron a la costa onubense, especialmente a Ayamonte y Lepe, ocasionando muertes y cuantiosos daños, entre ellos la práctica destrucción de la flota pesquera, pero también afecto tierra adentro. Aunque se realizó una encuesta promovida por la Monarquía sobre los efectos del terremoto, también se realizaron informes y ensayos de motu propio por personas preocupados por la situación tras la catástrofe, algunos con vocación científica como Antonio Jacobo del Barco.