Es el cuadro que "constituye el eje principal de todo". La intención inicial de Charles Le Brun era pintarlo con Hércules como protagonista, pero la idea fue rechazada. A petición del rey, Le Brun renunció a la metáfora: escenificó al propio Luis XIV sin renunciar a la riqueza de la composición, mezclando alegorías y dioses. El rey ocupa el centro, sentado a su trono y con el timón del Estado en la mano derecha. Junto a él, las tres Gracias simbolizan los dones que el Cielo le ha dado. El rostro del rey se refleja en el escudo de Minerva: Le Brun asocia hábilmente el símbolo de la Prudencia (el espejo) con la diosa guardiana de esta virtud, Minerva, que generalmente representa la sabiduría real. Minerva muestra al Rey la Gloria, que está sentada en una nube y tiende al Rey la corona de la inmortalidad: un aro dorado coronado de estrellas. La Gloria también es señalada por Marte, el dios de la Guerra, entendido aquí como la Valentía Real, demostrando que el rey solo puede obtener la Gloria "a través de su sabiduría [simbolizada por Minerva] y su valentía [representada por Marte]" (Rainssant).