Pintado en 1909 en la playa valenciana de El Cabañal, "El balandrito" es una de los cuadros más conocidos y populares de Sorolla. Tras su regreso de Estados Unidos, Sorolla desarrolla una productiva campaña estival en la que da rienda suelta a sus intereses pictóricos y a sus gustos temáticos, lo que se traduce en la calidad y madurez que transmiten las obras realizadas en este momento.
Los niños jugando en el agua o en la orilla de la playa son frecuente pretexto de estos cuadros, en los que el punto de vista se eleva hasta hacer desaparecer el horizonte, dejando que el agua llene la totalidad de la composición. En este cuadro, como en ningún otro de Sorolla, se produce la desaparición de la profundidad, la identificación del espacio pictórico con la superficie del lienzo, y la disolución de la figura en su fondo, ambos deshechos, atomizados por la acción de la luz reflejada y refractada en la superficie movediza del agua.
En esta forma de abordar la representación como una recreación de sensaciones, Sorolla refleja instintivamente algunas preocupaciones filosóficas de su tiempo sobre la percepción; pero el resultado es una imagen de intensa sensualidad, capaz de contagiar, en esa imagen del niño embebido en su juego, el placer de su total inmersión en el agua y el sol.
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