El año de 1947 fue sumamente fructífero para María Izquierdo. Tras la decepción de su fallido proyecto mural de 1945, produjo algunos de sus óleos más fuertes e imaginativos, incluyendo la primera de sus imágenes de alacenas (colección Blaisten); organizó una exposición particular en su casa y otra individual en la Galería Mont-Orendáin, y exhibió tres pinturas de tamaño mural en el restaurante ?La Vie Parisienne? de la ciudad de México. Asimismo participó en exposiciones colectivas en Moscú y Washington, D.C. En una declaración publicada en 1947, Izquierdo reafirmó su enfoque personal e individual hacia la pintura, al insistir que ?un cuadro es una ventana abierta a la imaginación humana?. Esta insistencia en el derecho universal del artista para trabajar según sus propias inclinaciones tenía mucho que ver con su amargo y polémico ataque a ?los Tres llamados Grandes? en El Nacional (octubre de 1947), donde negó la idea de que había una sola ruta para la pintura mexicana: ?Ninguna escuela posee la verdad estética absoluta?. La soga pertenece a un pequeño grupo de paisajes fechados en 1947, cada una con una atmósfera distinta. Aquí, el caballo blanco en el paisaje abierto se relaciona con Atardecer (1947, colección particular), pero mientras que ahí el caballo habita una pacífica escena pastoral con árboles cuajados de hojas, en este cuadro los árboles están tronchados y desnudos, con el siniestro lazo colgando de la rama. El dramático cielo y los árboles podados recuerdan la aterradora escena en otro cuadro de Izquierdo de ese mismo año, Desolación (colección particular), eco a su vez de La casa blanca (1925-1928), una visión de Orozco acerca de los desastres de la Revolución. Es posible que La soga se relacione también con una de las pinturas más personales y poderosas de Izquierdo de 1947, Sueño y presentimiento, en la cual la pintora sostiene su propia cabeza decapitada desde una ventana. Sin embargo, la atmósfera de La soga es ambivalente. La obra de Izquierdo frecuentemente posee un humor sardónico que debilita cualquier interpretación solemne o concreta. De hecho, el caballo gira con desenfado bajo la soga colgante, ni víctima ni perpetrador, imprimiendo un aire de libertad en una escena que, de lo contrario, sería sombría. Por lo tanto, no es distinta de la postura de Izquierdo en este momento de crisis en cuanto a su percepción de la escena artística mexicana. Dawn Ades, Arte Moderno de México. Colección Andrés Blaisten, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005.
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