Este lienzo fue un estudio preparatorio, es decir, un boceto con el cual el artista buscó entender los problemas que podría suscitar la realización del proyecto, así como encontrar sus posibles soluciones. La obra final, mucho más grande, debía ir circunscrita en un espacio arquitectónico determinado, de allí las dos columnas al interior del marco y los espacios marrones en sendos extremos, en referencia a las puertas del recinto. El lugar que se tenía en mente era el Salón Ayacucho en Palacio de Gobierno.
El Estado encargó este proyecto a Daniel Hernández en el marco de las celebraciones por los cien años de la independencia del Perú y de la Batalla de Ayacucho.
El desafío de Hernández fue vencer los límites impuestos por la arquitectura, límites que hacían muy difícil tratar un tema histórico como secuencia narrativa, por lo cual el artista optó por la representación alegórica. Así pues, en el panel central vemos cómo las tropas vencedoras del ejército libertador bajan de la Pampa de la Quinua, mientras, en primer plano, una multitud de gente de todas las sangres se reúne para recibirlos. Es un momento de júbilo y alborozo. Lo alegórico aquí es el triunfo de las fuerzas patriotas, el logro de la libertad.
En contraposición a este nutrido conjunto, los paneles laterales tienen pocos integrantes.