En 1932, un momento de su vasta carrera fuertemente influido por el surrealismo, Antonio Berni realizó La siesta y su sueño, una típica pintura onírica que comparte el clima alucinado y perturbador de sus complejas composiciones protagonizadas por objetos, como La puerta abierta, del mismo año. Los protagonistas de "La siesta y su sueño" son un automóvil y un conjunto de fragmentos de máquinas que, como monstruos amenazantes, emergen del mar o de la tierra. Sobre el atractivo fondo de un edificio pintoresquista, cuya torre recuerda las del castillo Estense de Ferrara, obsesivamente pintado por De Chirico, los fragmentos industriales parecen alertar sobre el carácter depredador y contradictorio que suele asumir la vida moderna. En la mayor parte de las obras de este período, las referencias urbanas más destacadas están dadas por la arquitectura pintoresquista e italianizante, a veces alterna- da con sobrios paredones y construcciones de ladrillos. Junto a la muda presencia de esta escenografía, se destaca la inquietante aparición de piezas mecánicas y fragmentos evocadores de la sociedad industrial. Imágenes que ponen en duda la idealización de la ciudad racionalista y productiva y de los símbolos del progreso tecnológico.