Pintado en el verano de 1907, durante la estancia de Sorolla en La Granja de San Ildefonso. Representa a su hija pequeña, Elena, en primer término, saltando a la comba junto a otras niñas, alrededor de una fuente de uno de los jardines del palacio real segoviano.
Los jardines de La Granja servirán como fondo de muchos cuadros pintados aquel verano, escenas familiares y retratos en que representa a su mujer y a sus hijas así como a los reyes. Su interés por el tema del jardín se manifiesta ya desde el año anterior, cuando pinta pequeños rincones del jardín de su casa madrileña de la calle Miguel Ángel. Lo retoma durante su estancia en La Granja, usando el jardín unas veces como fondo de las composiciones y otras como auténtico protagonista de sus cuadros.
La obra entera destila instantaneidad, animada por el movimiento de todas las figuras que ha quedado detenido en un momento, como si de una toma fotográfica se tratara. A esa sensación contribuye la propia composición, impulsada por una espiral de energía cinética creada por las figuras que corren alrededor del estanque. El mayor alarde de instantaneidad es la figura de Elena en primer plano, captada en pleno salto, como indican la sombra proyectada en el suelo y la cuerda apenas visible con la que juega. La propia iluminación, con la luz solar filtrándose entre la vegetación, y la indefinición de rasgos acentúan nuestra impresión de visión fugaz.
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