Roberto Montenegro es conocido como uno de los artistas mexicanos que promovió con mayor énfasis los motivos populares y precolombinos dentro de las artes visuales nacionales, en tiempos de la Revolución y después. Muralista, escenógrafo y litógrafo además de pintor de caballete, llegó a España en 1905 con una beca del gobierno mexicano para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Vivió varios años entre México y Europa, y durante su estadía en París entró en contacto con los lenguajes de las vanguardias. Quiso dejar “el viejo mundo” a causa de la Primera Guerra, pero quedó varado en Mallorca, donde conoció a Pablo Picasso. La versatilidad de su obra refleja las múltiples fuentes de inspiración en las que abrevó y la diversidad de tonos y temas que recorrió, desde el surrealismo a la abstracción. El carácter onírico de "L’épicerie du bon poète" es innegable: una novia, un maniquí, una escultura antigua y un feto en formol son algunas de las figuras que el artista reúne en la fachada de esta macabra tienda de delicias. La lira y la corona de laureles, atributos propios del dios Apolo –asociado a la poesía, la perfección y la armonía–, ofrecidas en alquiler, vuelven aún más sugestiva la pintura.