La falta de vientos, el calor y la humedad se hacen insoportables en medio de la mar a bordo de estos barcos pintados de brea. Ni los cubos de agua salada alivian a los tripulantes, que temen el tedio y la calma casi como al temporal. Tan solo al caer la noche llega la tregua, cuando el sol deja lugar a la noche estrellada.