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Durante los años setenta y ochenta, acentúa formalmente el aspecto formal e incrementa la tendencia hacia el expresionismo, coincidiendo con una bajada de la actividad expositiva y un incremento en la producción y venta. La pintura de Ferran Arasa durante este periodo tiende a remarcar el aspecto emocional, lo que se refleja en una clara tendencia hacia el expresionismo: el color adquiere una fuerza mayor y las pinceladas son amplias, vigorosas y libres y las formas están menos definidas, con una tendencia a la abstracción, a la vez que mantiene el paisaje como tema de referencia y organizador del color sobre el lienzo. Hay muchas combinaciones de colores, con relaciones cromáticas contrastadas que hacen de su obra un paisaje vivo y único. Ferran Arasa i Subirats (1905-1992) Estudió en la Academia Ricard Cerveto de Dibujo y Pintura en Tortosa, y más tarde con su hermano Antoni Cerveto en Madrid. En 1926 presenta su primera exposición en Tortosa, que se convertiría en el punto de partida de la carrera artística de Arasa. En 1932 fue galardonado con la Medalla de la Competencia Nacional de Masriera, organizado por la Escuela Superior de Bellas Artes de Sant Jordi, de Barcelona. Este reconocimiento fue un momento decisivo en su carrera y un gran impulso a su vocación. En 1936 se traslada a Mallorca, pasa tiempo en Pollença y con el estallido de la Guerra Civil Española permanece allí hasta 1939, cuando regresa a Tortosa. El punto culminante de la carrera de Arasa es en 1945, el año en el que se le concede el Premio Tapiró de la Diputación de Tarragona. Es en este momento que Arasa encuentra el lenguaje personal que definiría su obra pictórica en los años cincuenta y sesenta. Después de algunos años iniciales de incomprensión, su trabajo es aceptado y se acentúa en paralelo con el renacimiento cultural que tiene lugar en la ciudad de Tortosa. Dentro de este contexto, Arasa se convierte en una figura prominente. En general, la producción pictórica de esta época se caracteriza por la adopción de una técnica rica en materia, sobre la base de pinceladas finas, verticales, con un carácter constructivo. El uso del color, con matices, da fuerza y unidad al trabajo, con un uso predominante de tonos azules, verdes, ocres y blancos. El resultado es una obra muy personal, con una tendencia hacia el expresionismo que se acentuará con el tiempo. Arasa sintió que sus pinceladas podrían asociarse a la música estridente de los instrumentos de viento-metal introducida por Wagner. En los años 1970-1980 acentúa formalmente el aspecto mocional e incrementa la tendencia expresionista, que coincide con la disminución de la actividad expositiva y en un aumento de la producción y las ventas. En la pintura de Ferran Arasa de esta el color adquiere mucha más fuerza y ​​la pincelada es más ancha, vigorosa y suelta y las formas pierden concreción con una tendencia hacia la abstracción, pero teniendo siempre como referente el tema, el paisaje, como organizador de la disposición del color sobre la tela. Hay todo un juego de colores, de relaciones cromáticas por contraste que convierten la obra en un paisaje único y vivo.