La acuarela perteneciente a la colección del Museo de las Artes (MUSA) desde 1994, muestra su destreza en esta técnica que requiere de rapidez y precisión, en una superficie de considerable formato, cuyo colorido y temática guardan el sabor de las tierras calurosas de Veracruz. La obra está compuesta por una serie de rectángulos poblados por enormes escorpiones y cuerpos humanos fragmentados, en un conjunto creado a partir de la yuxtaposición de zonas de color. Los azules y blancos hacen resaltar los tonos cálidos habituales en la paleta del pintor, formando un mosaico parcelado, cuyos elementos se repiten de manera rítmica, en lo que pareciera ser una vista aérea de una parte del paisaje veracruzano.