Escultura zoomorfa tallada en un solo bloque que representa un verraco o cerdo macho. Lleva signos en zigzag en vientre y pata delantera derecha y apoya las cuatro patas, unidas dos a dos, sobre una base.
Estas representaciones sintéticas de verracos sobre grandes bloques monolíticos fueron creadas por pueblos prerromanos ganaderos de la meseta occidental para ubicarlas en puntos destacados del paisaje, y reutilizadas en época romana para señalizar enteramientos funerarios.
Desde el siglo XIX han tenido muy distintas interpretaciones: hitos fronterizos o delimitadores de etnias, protectores del territorio o de ganados, identificados o no con la divinidad, exvotos u ofrendas de carácter funerario y religioso y su posible relación con edificios cultuales.
Son prácticamente las únicas esculturas de los pueblos del interior peninsular durante la Edad del Hierro, habiendo dado lugar a la denominación de una "cultura de los verracos", concepto que abarca un territorio más amplio que el de los pueblos vettones: desde la actual provincia de Zamora a la de Cáceres.
Algunos autores, como J. Álvarez- Sanchís, valoran su pertenencia a una cultura eminentemente ganadera, su ubicación junto a la entrada de los grandes castros vettones y en lugares estratégicos y de gran visibilidad del paisaje, lo cual les otorga un valor socio-político.
Esta pieza fue donada por el Duque de Abrantes al Museo Arqueológico Nacional en 1868.
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