Con exquisita aplicación de dorados que siguen ortodoxamente la imagen aquerópita de santa María de Guadalupe, el célebre José de Páez muestra el tránsito del Barroco al Neoclásico. El maestro trató el tema con especial devoción; se centró en el milagro y suprimió las apariciones de la Morenita del Tepeyac, tal como lo hicieron los artistas antes de 1648, pues como explicó la especialista Juana Gutiérrez Haces, es evidente que, existiendo primero la imagen, fruto de un milagro, sólo posteriormente se narró su historia, y por lo tanto la representación de sus diferentes momentos tiene su origen en la literatura que en el siglo xvii enriqueció la tradición guadalupana.
Esta reliquia americana es testigo del culto que abrazó el territorio novohispano ante la proclamación pontificia del santo Padre Benedicto XIV, quien otorgara el patronazgo de la Virgen de Guadalupe sobre el Reino de Nueva España.
Aquí se cuenta el inicio festivo y litúrgico que sin lugar a dudas no se parece al de ninguna otra nación: el sábado 9 de diciembre de 1531,a tan sólo diez años de haber sido asaltada la capital del Imperio azteca, Juan Diego –un humilde indígena apenas convertido a la fe católica– presenció la aparición que marcó nuestra cultura y devoción.