Vista de la Ciudad de México desde el Lago de Texcoco

Chapman fue un «artista viajero» que arribó a la Ciudad de México después de una estancia en Roma junto con su padre, John Gadsby. Admiró profundamente nuestro país y lo descubrió por medio de la representación de paisajes y escenas costumbristas. El pintor estadounidense admiraba los colores y contrastes que mostraban lagunas como Zumpango, Xaltocan, Texcoco, de agua salada; y los de Xochimilco y Chalco, de agua dulce. Una de sus grandes aportaciones fue registrar esos parajes naturales que hoy están por desaparecer.
En una estancia de 18 meses en nuestro país, el autor diversificó sus temas siendo los más recurrentes las vistas de la Ciudad de México desde la Hacienda de los Morales, de gran formato apaisado, de las cuales Museo Soumaya tiene un nutrido fondo. Para el pintor también fueron importantes el retrato de motivos locales con especial contenido regional; personajes populares, campesinos y rancheros principalmente, y naturalezas muertas arregladas a partir de f lores y enseres típicos regionales.
También recreó soldados franceses en territorio mexicano. Todo un dechado de asuntos que conforma uno de los mosaicos plásticos más interesantes del siglo XIX en nuestro país. Las montañas y embarcaciones de Vista de la Ciudad de México desde el Lago de Texcoco recrean el horizonte de un pasado que se desdibuja entre pinceladas de acuarela. Están ahí los habitantes que conducen con calma sus embarcaciones. Un tono azul claro domina toda la escena. Este tipo de vistas populares quedarían como una muestra histórica de «lo nacional».