La balsa muisca asociada al tema mítico de Eldorado es uno de los objetos más famosos del patrimonio cultural colombiano. Cuando los conquistadores españoles llegaron al altiplano de Bogotá tras 36 años de perseguir en el continente americano el fabuloso país del Dorado —un mito que por siglos había estado en la mente de los europeos— supieron de un cacique llamado Guatavita que, cubierto su cuerpo de polvo de oro, entraba en una balsa en la laguna para arrojar a las aguas sagradas ofrendas del precioso metal. Los conquistadores le quitaron el oro a los indios y por ende nunca vieron la ceremonia, a la que este objeto hallado en una cueva de los Andes en 1969 nos da un acceso privilegiado. El cacique está al centro, con nariguera rectangular, diadema y orejeras, más una silla semejante a las de los taínos del mar Caribe; adelante dos sacerdotes llevan máscaras de jaguar, otro lleva un poporo. Hay siete personas más, estandartes de plumas y un piso decorado. El tamaño de cada personaje marca su jerarquía social.
Al observar la balsa con detalle es interesante detenerse en cómo se hizo. El objeto fue modelado en láminas e hilos de cera, luego fundido a la cera perdida; las superficies irregulares indican que no se pulió después de fundido, lo que era normal entre los muiscas. Pero descubrimos una falla en la fundición: muchos triángulos del piso que deberían ser calados aparecen cerrados con metal y éste no alcanzó para completar los hilos de adelante. ¡Menos mal! Sin duda esta asimetría le da dinamismo e interés artístico al objeto. ¿Por qué ocurrió esto? La respuesta está en las orejeras del cacique, que están fijas hacia arriba en vez de colgar. Con frecuencia los orfebres muiscas preferían fundir todo el objeto en una sola operación, incluso los colgantes: pegaban los colgantes de cera a los aros también de cera para que el metal fluyera del uno al otro, y luego esperaban desprenderlos con un pequeño golpe, lo que sucedió para la nariguera y sus colgantes, no para las orejeras. Y así nos damos cuenta de que el orfebre emprendió aquí una verdadera proeza: la balsa muisca no tiene soldadura, toda la escena con sus objetos, personajes e incluso colgantes móviles fue hecha en cera en una sola pieza y fundida en una misma operación. En el enorme molde de complejísimos detalles todo funcionó, salvo el calado del piso.
La balsa es el objeto de orfebrería muisca más extraordinario que conocemos y lo fue ya en su época. EL
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