En sus comienzos, Emiliano Di Cavalcanti abrazó la causa modernista –fue uno de los protagonistas de la mítica Semana de Arte Moderno de 1922 en San Pablo–, pero lo hizo desde una perspectiva sumamente personal que exaltaba lo brasileño a partir de una experiencia profunda de sus tradiciones populares: sus sambas, morros, favelas y danzas. Su obra tiene, de hecho, el aroma, el sabor y el color del Brasil. “Analista del Río de Janeiro nocturno, satirizante odioso y pragmatista de nuestras taras sociales, amoroso cantor de nuestras pequeñas fiestas, mulatista mayor de la pintura”. Así lo definió el célebre crítico Mário de Andrade en 1932, el mismo año en que pintó "Mulheres com frutas". Se trata de una pieza alegórica, con una composición que la aproxima al muralismo. La figura dominante es una mulata reclinada que sujeta una cesta repleta de frutas características del Brasil: mangos, naranjas y bananas. Detrás de ella, otra mujer parece perdida en sus pensamientos. Apenas sugerido, el paisaje se revela en transparencias geometrizadas. El cielo, el mar y las montañas son contrapuntos en azul y verde para las frutas y las hojas.