¡Parece muñeca!

Al ver esta foto todo me pareció claro. Ese día, con esa pose, empezaron mis desgracias. Mamá me vistió como una muñeca, usando los colores adecuados: blanco y rosa. Cuando me paró ante el espejo, para que admirara su obra, le saqué la lengua a mi imagen.
Hice un puchero; intenté arrancarme el disfraz que me costó media hora de inmovilidad mientras me emperifollaban. Mi abuela lo impidió metiendo un caramelo a mi boca... mi boquita; cuando se dirigían a mí usaban el diminutivo, apenas suficiente para destacar que yo era un angelito, el sueño de cualquier mamá; pero también me disminuían, reduciéndome a mi papel de muñeca.
El fotógrafo, con paciencia de santo, acató los consejos, ruegos y sugerencias de mi madre, hasta que logró complacerla captando mi inocencia en una pose insuperable. Estaba tan contenta que ordenó una docena de copias para repartirla entre los parientes.
Desde entonces ha pasado el tiempo, aunque las tradiciones de mi familia no cambien. Hoy, mi abuela y mamá planean hacer lo mismo: una fiesta para festejar mi cumpleaños número 15. Me presentarán en sociedad y, con el vestido largo (rosa, desde luego), la guirlanda de flores y el tul, piensan pescar a un muchacho de buenas familias, con porvenir, para que tras un noviazgo de dos o tres años, pida mi mano. Así hablan. De verdad, no exagero. Ya determinaron que tome unas clasecitas: cocina, economía doméstica, cuidado del bebé, etc. Me vendrán muy bien cuando empiece mi vida de casada.
Papá, deseo con toda el alma ser una solterona. No quiero, para nada, convertirme en la copia de mamá. Ya sé que te ha hecho feliz, que gracias a ella tenemos este hogar modelo, saboreamos los platillos poblanos que te han sacado panza y que solo los chismes de las envidiosas ensucian tu nombre, uniéndolo a una relación escandalosa con tu secretaria. Aprecio el esfuerzo de mamá, admiro su responsabilidad y devoción, pero debo ser yo.
Dame permiso para estudiar la prepa. Te lo suplico. Tenme confianza: soy capaz de escoger mi camino y no me importa si espanto a los muchachos con un título universitario. Lucharé contra los prejuicios y conseguiré trabajo; así no dependeré mas que de mí misma. Comprendo que mis ideas te sacan urticaria. ¿Alguna vez sospechaste que mis rebeldías infantiles desembocarían en esto, o que los premios que he obtenido en redacción revelaban mi amor por las Letras? Quizá no te tomo por sorpresa. De cualquier manera, necesito tu apoyo. Si realmente te importa mi felicidad, permite que me quite la máscara de muñeca y me convierta en mujer.