Esta figura, denominada "byeri", formaba parte del culto a los antepasados en la cultura fang. Estas figuras de cuerpo alargado, piernas flexionadas y prominente ombligo, provistas de un largo vástago en la parte posterior, se utilizaban para proteger de las influencias malignas los restos del antepasado, guardados en cajas de corteza, por la creencia de que en ellos se conservaban parte de su poder. La talla de un "byeri" exigía un ritual específico, que incluía la abstinencia sexual del escultor. Finalizado el trabajo, las figuras se ennegrecían y se cubrían con aceite de palma, pasando a ocupar un lugar de honor en la casa familiar. Además de su función como "guardianes de las reliquias", los "byeri" eran consultados sobre los acontecimientos más importantes de la vida de la comunidad y participaban periódicamente en rituales colectivos donde se engalanaban con penachos de plumas, tobilleras de bronce, o collares de cuentas de colores.