La catedral románica

Santiago Zebedeo fue el primero de los apóstoles de Cristo en sufrir el martirio, hacia el año 44 d.C., sin embargo, el lugar de su sepulcro permanecerá en el olvido. Desde San Jerónimo cobrará fuerza la idea de que cada uno de los apóstoles descansaba en su lugar de predicación.

Este retablo nos narra, a través de sus cinco paneles, algunos de los episodios más destacados del itinerario vital del apóstol Santiago: vocación, misión, predicación en Hispania, martirio y traslación de sus restos mortales en una barca hasta tierras de Galicia.

Siguiendo el relato de la tradición, la barca que traslada los restos mortales de Santiago el Mayor arriba en las costas gallegas y son sus discípulos, Teodoro y Atanasio, quienes, ayudados por mano divina, se encargan de trasladar el cuerpo del Apóstol hasta Padrón.

Durante siglos circularon noticias que ubicaban al apóstol Santiago en Hispania. El avistamiento, por parte del monje Paio, de unas prodigiosas luminarias permitirá descubrir la ubicación del sepulcro apostólico, siendo confirmado posteriormente por el obispo Teodomiro, tras angélicas revelaciones.

En ese mismo lugar donde sucede la Inventio, Alfonso II ordenará la construcción de una basílica. Sin embargo, ante el auge del culto a Santiago, se plantea la necesidad de proyectar un edificio de mayores dimensiones, empresa que se llevará a cabo bajo el reinado de Alfonso III.

Este vestigio arqueológico viene a dar testimonio de la desaparecida basílica de Alfonso III. Los elementos aparecidos en las excavaciones, junto a las trazas físicas presentes bajo la catedral, constituyen elementos principales a la hora de reconstruir la imagen que pudo tener el templo.

Esta maqueta nace como resultado de las investigaciones del profesor K. J. Conant y recrea la imagen que pudo tener el templo antes de la llegada del maestro Mateo, hacia el 1150. La grandiosidad que adquiere el edificio  viene a ser reflejo del auge vivido por la peregrinación.

La capilla de San Salvador, situada en la parte central de la girola, será el punto donde den inicio las obras de la catedral, de la mano de los maestros Bernardo el Viejo y Roberto. Este espacio tendrá una enorme repercusión sobre el conjunto, al condicionar el resto del proyecto.

En la entrada de esta capilla nos encontramos con los capiteles fundacionales, ambos en relación con el ritual de colocación de la primera piedra. En su inscripción latina podemos leer: "En el tiempo del obispo Diego se comenzó esta obra"; "Reinando el rey Alfonso se construyó esta obra”.

Tras un periodo de desaceleración en las obras, la llegada del maestro Esteban supondrá la reactivación del proyecto (1092- 1101). La introducción de la planta poligonal en las capillas o las innovaciones en el plano estilístico dan cuenta de los cambios producidos durante esta etapa.

Con el obispado de Diego Gelmírez las obras viven un nuevo impulso. Es entonces cuando se emprende un ambicioso plan para engrandecer la catedral y hacer de Compostela una segunda Roma. La obra más significativa dentro de ese contexto será el altar mayor, realizado siguiendo el estilo romano.

Esta imagen, ubicada en Platerías, pudo estar pensada en origen para la fachada occidental como parte del grupo de la Transfiguración. Entre las  inscripciones que lo acompañan podemos leer "ANFVS REX", en relación con la coronación del niño Alfonso Raimúndez, futuro Alfonso VII.

Estos fustes formaron parte de las columnas que estaban ubicadas en la antigua puerta del Paraíso, en la fachada septentrional. Una vez más, el Libro V del Códice Calixtino se hace eco de ellas al hablarnos de unas columnas de mármol "hermosamente labradas".

Este relieve formaría parte de un menologio ubicado en la puerta norte, en el que se ilustraban las labores de cada uno de los meses del año. La inclusión de este ciclo en la portada podría guardar relación con la Expulsión del Paraíso y la posibilidad de redención mediante el trabajo.

Sobre la interpretación de esta figura se han barajado varias hipótesis: por un lado, como parte de un zodiaco, representando a Sagitario; por otro, como Centauro, en clave de alegoría moral de la lucha contra las tentaciones, en relación con la Sirena ubicada al otro extremo del friso.

El proyecto inicial estaba planteado con unos tímpanos de menor tamaño, del cual se conservan escenas como la Epifanía o la Flagelación. La ampliación en los accesos motivará la inclusión de escenas procedentes de otras portadas, lo que nos permite advertir las diferencias entre los maestros.

En el Calixtino queda reflejada la vocación narrativa de esta figura: "está representada una mujer que sostiene en sus manos la cabeza putrefacta de su amante, arrancada por su propio marido, quien la obliga a besarla dos veces por día. ¡Grande y admirable castigo para contárselo a todos!"

Las obras del conjunto catedralicio se alargarán hasta el año 1211, fecha de su consagración. Estos discos formarían  parte de dicho ritual, presidido por el arzobispo Pedro Muñiz y al que asistió el rey Alfonso IX, tal como deja constancia el Acta de Consagración transcrita en el Tumbo B.