La Nao Trinidad y la otra vuelta al mundo

De las 5 naos que habían partido de Sevilla en 1519 comandadas por Fernando de Magallanes, en busca de una nueva ruta hacia las Islas de las Especias (las Molucas) que sorteara el Nuevo Mundo, sólo dos llegaron a su destino el 8 de noviembre de 1521: la capitana, llamada Trinidad, a las órdenes de Gonzalo Gómez de Espinosa, y la Victoria, dirigida por Juan Sebastián Elcano.

Bien recibidos por el rey Almanzor de la isla de Tidore, se dedicaron a comprar todo el clavo que pudieran embarcar, con la intención de regresar cuanto antes a Castilla. Estaban preocupados por la amenaza de que llegaran pronto los portugueses, quienes no podían consentir que aquellos rivales amenazaran su monopolio del comercio especiero. La idea era regresar por el Oeste y completar la primera vuelta al mundo. La nao Victoria lo consiguió, pero el destino tenía reservado otro plan para la Trinidad...

Los protagonistas

Esta es la lista de los 62 tripulantes originales de la nao Trinidad, a la salida de Sevilla, compuesta por unos sesenta hombres. A lo largo del viaje de Magallanes, pasaron por la nao Trinidad otros veinte procedentes del resto de buques de la Armada.

La avería

La Victoria y la Trinidad pretendieron salir juntas de Tidore el 18 de diciembre de 1521, pero según un piloto genovés que iba a bordo: "Estando las dos naves ya cargadas y listas para desplegar las velas, abrióse en la nave capitana una gran vía de agua (...); acordándose que la otra se marchase y que aquella se tornase a descargar del todo…".

Tras apreciar la gravedad de la situación, decidieron que la Victoria partiera rumbo a Castilla por el Índico el 21 de diciembre de 1521. La Trinidad tuvo que permanecer en la isla para afrontar la reparación de su casco. El maestre Juan Bautista de Punzorol (o Ponçorone), en una carta escrita por entonces, estimó que en cincuenta días tendría lista la nave. Fueron necesarios más de cien.

En el folio 9 del atlas del portugués Fernão Vaz Dourado se representa la costa descubierta para los europeos por Fernando de Magallanes y sus hombres, incluyendo las Molucas. Convenientemente para los intereses del país del autor, la línea divisoria del Tratado de Tordesillas (en azul y dorado, en vertical), que dividió en 1494 el mundo entre los dos países ibéricos, se dibuja dejando las islas de las Especias en el hemisferio portugués.

La despedida

La Victoria y la Trinidad se separaron el 21 de diciembre de 1521 entre lágrimas. Así lo contó Antonio Pigafetta: "…los barcos se despidieron con una descarga recíproca de artillería; los nuestros nos siguieron en su chalupa tan lejos como pudieron, y nos separamos, al fin, llorando".

La amenaza portuguesa

El capitán Gómez de Espinosa y sus hombres se dieron mucha prisa en las reparaciones, porque algunos mercaderes les avisaron de que una poderosa armada portuguesa partía desde Malaca hacia las Molucas para expulsarlos. Y no les estaban mintiendo, según informa el cronista luso Lopes de Castanheda.

"Sabido por Antonio de Brito cómo estaban los castellanos en el Maluco (…) y temiendo que se hicieran más fuertes (…), venido el mes de mayo, habiendo monzón para el Maluco, partiéronse Antonio de Brito y don García Enríquez con su armada, que era de 8 velas, y llevaban en ella 300 hombres..." Fernão Lopes de Castanheda, História do descobrimento e conquista da Índia pelos portugueses. Libro VI. Coímbra: 1554, cap. XI, pág. xv.

Comercio

Durante la obligada parada entre finales de 1521 y abril de 1522, los castellanos siguieron comerciando en las Molucas. En 1527 el Consejo de Indias lo recordaba: “… estando hecha una casa en una isla en nombre de su Magestad por el capitán y gente que fue en la armada en que iba por capitán general Fernando de Magallanes, para recoger y guardar en la dicha casa la especería y otras mercaderías que se rescatasen en nombre de Sus Magestades…”.

Diplomacia

También siguieron tejiendo alianzas diplomáticas con los jefes locales, ayudándoles contra sus enemigos internos y externos, como en esta ocasión que cuenta el cronista Antonio de Herrera: "… llegó á Tidore el Rey de Gilolo, que holgó mucho de verla (la nao), y quiso saber la manera de pelear de los castellanos, que por darle contento se armaron. Ofrecióse por servidor y súbdito del Rey de Castilla, y pidió a Gonzalo Gómez de Espinosa que le diese dos piezas de artillería, un lombardero y dos castellanos, para que le ayudaren a castigar a ciertos rebeldes".

La partida

La Trinidad sale de Tidore, pero no siguiendo el rumbo de Elcano hacia el Oeste, sino en sentido contrario, pretendiendo regresar a América por el Pacífico, al parecer debido al régimen de vientos dominantes entonces. Sus mandos están convencidos de que les separa del Darién, en Centroamérica, unas 1.800 o 2.000 leguas (9.900 / 11.000 km), pero en realidad están a algo más de 16.000 km por el camino más corto… que además no era el que vientos y corrientes les permitieron navegar.

En este facsímil del mapa de Jorge y Pedro Reinel de 1519, que sería muy parecido al que llevaría Magallanes a bordo de la Trinidad, puede apreciarse por qué pensaban que estaban a 1.800 leguas de América.

El cronista portugués Fernão de Oliveira ofrece además la explicación de por qué eligieron volver por el Pacífico: "La otra nao que permaneció en el Maluco (…) después de tres meses fue cargada de nuevo. En esta tierra era invierno, y los vientos soplaban de Poniente, y es por esto que dio orden de tomar la ruta de Levante, en dirección de las Antillas, no por donde habían venido, sino con un curso Este-Nordeste pensando que se acercaría a la tierra firme de México, distante de allí alrededor de 1.800 leguas, según la ruta que habían recorrido desde el estrecho de Magallanes".

El desastre

En una fatigosa singladura hacia el Nordeste, en busca de los vientos que la lleven a América, la Trinidad descubre para España multitud de islas en el archipiélago de las Marianas. Llegan más allá de los 42º Norte, pero una tremenda tormenta destroza el barco y da al traste con la ilusión de regresar a casa. El frío y la escasez de alimentos hacen mella en la tripulación. Y comienzan a morir.

El marinero Ginés de Mafra fue testigo del desastre. En su crónica contó así aquellos días de enfermedad y muerte: "En esta altura se les encomenzó a morir la gente, y abriendo uno para ver de qué morían, halláronle todo el cuerpo que parecía que todas las venas se le habían abierto y que toda la sangre se le había derramado por el cuerpo...".

El penoso regreso a las Molucas

Tras inmensos sufrimientos, la nao Trinidad logró tocar tierra de nuevo en las Molucas: parecía un barco fantasma. Su capitán envió un mensajero a los portugueses requiriendo su ayuda. Cuando finalmente los marinos lusos subieron a bordo de la Trinidad, se les ofreció a la vista un espectáculo de enfermedad y muerte. En esta imagen se reconstruye el periplo de la Trinidad, en forma de 8 o de B mayúscula muy alargada; en tono anaranjado, la ruta seguida por la Armada de Magallanes a la ida, y la continuación del viaje por Elcano por el Índico.

Los supervivientes son apresados

El cronista portugués Barros nos transmite el momento en el que sus compatriotas capturaron el barco castellano: "Finalmente, una vez entraron en la nao, cuando Duarte de Resende vio a la gente tuvo gran lástima, porque la mayoría de ellos andaban derrengados, que no se podían mover sino con ayuda, casi paralíticos; y eran ya muertos treinta y siete hombres, y andaba la nao tan infestada de enfermedad, además de los trabajos del hambre y otras necesidades...".

De prisión en prisión…

Después de haber visto saqueado y destruido su barco, los supervivientes de la Trinidad fueron obligados a trabajar en la construcción de un fuerte para sus enemigos portugueses. Fueron llevados por separado y de forma escalonada a distintas cárceles en la isla de Banda, en Malaca, en Cochín (India)… En esta desgraciada mudanza unos murieron, otros fueron esclavizados, algunos huyeron y desaparecieron, y los últimos buscaron por distintos medios regresar a Castilla.

Antonio Brito, gobernador portugués de Ternate, isla vecina a la de Tidore, fue el que capturó a los castellanos, dándoles un duro trato, según informó él mismo a su monarca en una carta de 6 de mayo de 1523.

El capitán Gonzalo Gómez de Espinosa relataría desde la India, adonde llegó como cautivo, los sufrimientos de sus hombres durante aquellos años: trabajos forzados, vejaciones, hambre y enfermedades.

La carta del capitán llegaría a Castilla de la forma más rocambolesca, portada por un portugués llamado Taimón, criado de una reina portuguesa viuda, doña Leonor de Viseu. Por su labor de correo recibiría un pago de la Casa de la Contratación de las Indias, recogido en este documento.

Las negociaciones de Carlos V con el rey portugués, que además se había convertido en su cuñado, permitió que regresaran a Castilla los últimos supervivientes de la nao Trinidad, 4 años después que Elcano.

El marinero Juan Rodríguez el Sordo había llegado en 1525 a bordo de un barco portugués, y lo mismo hizo el piloto León Pancado. A Lisboa llegaron por último, en julio de 1526, el capitán Gonzalo Gómez de Espinosa, el marinero Ginés de Mafra y el artillero Hans Vargue, que moriría en la prisión del Limonero de la capital lusa. Aquellos hombres habían sobrevivido a los temporales, al hambre y a la enfermedad, a la prisión y a los trabajos forzados, a la pena por los amigos muertos. Habían logrado dar, al fin y al cabo, la otra vuelta al mundo.