La pintura fue adquirida en el año 1929 por el Museo de Zaragoza mediante suscripción pública, siendo una obra representativa de la pintura de género costumbrista del pintor. De nuevo es el pueblo de Antícoli Corrado el lugar elegido por Barbasán para representar una escena cotidiana. La potente arquitectura rural sirve de fondo para desarrollar a sus pies una escena cotidiana en que personas y animales comparten protagonismo. En su composición destaca la maestría en la aplicación de la luminosidad, las pinceladas sueltas y empastadas y el cromatismo suave.