Goya nos presenta a una enigmática mujer de profundos ojos negros, que junto con su seriedad y la severidad de las cejas, nos sugiere la fortaleza de su carácter. En su definida boca se adivina una sonrisa insinuada con tintes irónicos.
Es precisamente el rostro la parte más significativa de la obra.
La expresión directa de los ojos con velada dulzura hace suponer que Goya mantenía con la retratada lazos de amistad. Algunos autores quieren ver en ella a Leocadia Zorrilla de Weiss, ama de llaves y compañera de Goya en sus últimos años.