En Bastante más que infinito, el artista nos descubre la ciudad de Nueva York. Mediante los elementos arquitectónicos, Lazkano reordena el paisaje y articula la representación de una realidad imaginada filtrada por la memoria histórica y la experiencia personal. Como buena parte de sus obras, esta pintura está teñida de una aspiración hacia lo sublime, hacia una idealización de la realidad que, sin embargo, juega con una ironía propia de la postmodernidad. La sublimación radica en la ausencia de la figura humana: sin ella, el paisaje parece eternizarse en la ausencia de carga histórica.