El mal comportamiento de las sirvientas sin supervisión era un tema común para los pintores holandeses del siglo XVII. No obstante, en su representación de una joven sirvienta que duerme junto a una copa de vino, Vermeer convirtió una escena habitual en una investigación sobre luz, color y textura que sustituye cualquier lección moralizadora. Si bien que el vaso caído en el primer plano (ahora desgastado) y la alfombra de la mesa arrugada pueden indicar que un visitante se acababa de ir, Vermeer decidió quitar la figura masculina que había incluido originalmente de pie en el umbral, lo que profundiza la ambigüedad del cuadro.