Santiago Rusiñol (Barcelona, 1861 – Aranjuez, 1931) emprendió su tercer viaje a Granada en diciembre de 1897 acompañado por Genís Muntané, hombre de confianza en Sitges, que en su ausencia, cuidaba del Cau Ferrat, y por el pintor y buen amigo Ramón Pichot.
El resultado final fue una cuarentena de telas donde los jardines granadinos -y muy especialmente los del Generalife- eran los grandes protagonistas.
Entre los cuadros que se resistió a vender había cinco por los que sentía una particular predilección. La prueba es que dos de ellos están colgados actualmente en el Cau Ferrat: uno es este y el otro es Interior del Palacio de Víznar en la Sala Brollador.
Los cinco habían sido pintados entre febrero y marzo en Víznar, un pueblo de los alrededores de Granada. Todos tenían como único escenario el Palacio de Cuzco, una antigua mansión episcopal construida a finales del siglo XVIII. Al ver el caserón y el espacioso jardín que lo rodeaba, el artista quedó sorprendido por la extraordinaria sensación de soledad y el abandono que transmitía el lugar, la misma sensación que hoy experimentamos al ver la obra.
Las malas hierbas entre los bojes, la laguna sin agua, los esgrafiados medio borrados, las ventanas rotas ... Todos los detalles invitan a la melancolía y nos hablan del ineludible paso del tiempo.
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