"Una noche de 1964, se me apareció en sueños el difunto Joaquín Pardavé. Me llamó desde la puerta. Me llevó hasta el librero donde reposan mis viejos guiones. Tomó uno y me lo entregó. Era México de mis recuerdos. Ese día, mi esposa me llamó la atención sobre una cantante de ópera que habíamos seguido en la televisión, Ernestina Garfias. Decididamente el asunto estaba cargado de hechicería."