La corriente italobizantina llegada a Cataluña alrededor del año 1200 se desarrolló en nuestro país hasta mediados del siglo XIII, y tiene en el altar de Lluçà el ejemplo más significativo del periodo final de este estilo. A diferencia de las obras conservadas del primer periodo de esta corriente, en el altar de Lluçà aparece una escena iconográfica nueva. Se trata de la coronación de la Virgen, muy utilizada en estos mismos años por el nuevo arte gótico francés. La gran calidad de esta obra ha permitido individualizar la figura de un maestro anónimo con una personalidad definida con el que se ha relacionado el frontal de Santa Magdalena de Solanllong (Ripollès), y dentro de su círculo las magníficas pinturas murales de la iglesia de Sant Pau de Casserres, conservadas en el Museu Diocesà de Solsona. El frontal de altar está presidido por la figura de la Virgen con el Niño, de acuerdo con la advocación del antiguo monasterio mariano de Santa Maria de Lluçà de donde procede el altar. La madre lleva en la mano derecha la manzana del árbol del Paraíso, símbolo de María como nueva Eva, quien con su hijo redimió a la humanidad del pecado original. Cuatro ángeles con los nombres de los evangelistas –Mateo, Juan, Marcos y Lucas– sostienen la representación estrellada del firmamento con el sol y la luna, símbolo de la eternidad. En los cuatro compartimentos del frontal están las escenas de la Anunciación, la Visitación, la Adoración de los Magos y la huida a Egipto. En uno de los laterales se representa la escena antes mencionada de Jesús coronando a la Virgen con la inscripción «Regina Celorum», y en el otro lateral la escena de la Virgen rodeada de los siete dones del Espíritu Santo acompañada del apóstol Juan.