Su obra parte del manejo de la imagen del mundo exterior, que plasma sobre la superficie con un realismo fotográfico. Para ello construye escenarios donde agrupa objetos que reproduce de manera detallada. Con minuciosidad sobrepasa la fidelidad fotográfica, hasta otorgarles un sentido que niega la interpretación literal para ofrecer al espectador una verdad más poética que da cuenta del misterio que guardan los objetos cotidianos.
Suele utilizar grandes formatos, como puede verse en Altar, una pieza fechada en 1991, adquirida recientemente, que está dividida a manera de tríptico medieval, con un cuadro central y dos calles laterales, donde los protagonistas aparentes son las cosas, aunque muestran el mundo de quien las posee. Varias prendas de ropa, un lápiz, unos libros, pinzas y clavos, el cacharro de cocina, la punta de un sacacorchos, un cuadernillo o las verduras, expresan un mensaje que encierra otro, que no aparece, pero queda sugerido en el cuadro.