Antoni Tàpies fue englobado dentro de la variante del Arte Informal denominada Tachismo (término derivado de la palabra francesa "tache", mancha) por las ricas texturas y acumulaciones de color que parecían haberse producido de forma casual en sus lienzos. En sus “pinturas matéricas”, dio un valor nuevo a materiales naturales humildes, como la arena y la paja, y a elementos de desecho, como cuerdas y trozos de tela. El artista sugería que la belleza podía encontrarse en los lugares más insospechados. Ambrosía refleja procesos y temas que se reiteran a lo largo de toda su trayectoria. Esta inmensa obra recuerda a un muro deteriorado por el paso del tiempo y la intervención humana. La áspera y agrietada superficie gris y blanca —lograda a base de polvo de mármol blanco molido y mezclado con pigmento, que el artista alteraba añadiendo pintura y raspando la superficie— parece un muro de hormigón lleno de grafitis. El título alude al legendario néctar de los dioses griegos que confería la inmortalidad, y podría evocar el poder espiritual del arte y el potencial transformador de las cosas más humildes y cotidianas.