La afición de Santiago Rusiñol (Barcelona, 1861 – Aranjuez, 1931) por el arte en general y la arqueología en particular lo llevó a viajar a Ibiza para visitar la isla y sus maravillosos parajes y conocer de cerca los singulares yacimientos arqueológicos que desde 1903 se habían empezado a excavar. La calidad de los restos, hasta entonces descubiertos, hablaban de su importancia histórica y su magnitud.
Esta obra es un contenedor con labio en anillo, cuello cónico, cuerpo piriforme, pie plano y asas verticales. Hilos aplicados en zigzag en el centro del cuerpo enmarcados por líneas horizontales y en espiral de color amarillo y azul turquesa.