En esta Anunciación, tema del que Murillo realizó numerosas versiones, las figuras aparecen estáticas, con gestos algo teatrales pero con poca expresividad en sus rostros. A ello contribuyen el colorido armónico pero algo apagado y el efecto de contraluz que provoca la luminosidad que irradia del Espíritu Santo hacia ese espacio impreciso en que se encuentra la Virgen María. En contraposición, encontramos objetos sencillos: el reclinatorio, el libro de meditación abierto, la vara de azucenas que lleva san Gabriel, alusiva a la pureza y virginidad de María, y el canastillo con la labor. En él vemos la almohadilla carmesí, el blanco paño, prefiguración del sudario y, fijando mucho la atención, la aguja y el hilo prendidos, ejemplo de la sutileza de Murillo como pintor de naturalezas muertas.