Este pequeño colgante de oro fundido perteneció hace al menos un milenio a un cacique de la región Calima, cerca de la ciudad colombiana de Cali, en la cordillera de los Andes. Los líderes políticos usaban en esa época grandes adornos de oro fino martillado: pectorales, narigueras, orejeras que distendían los lóbulos de sus orejas, coronas con placas colgantes. Con estos atuendos se presentaban imponentes ante sus seguidores. Que el colgante es un retrato en miniatura del cacique lo sugiere fuertemente el hecho de que en la misma tumba se encontraron además la nariguera, las orejeras y el pectoral que el mandatario usó en vida, y con los que se vistió para el viaje al mundo de los muertos.
Los indígenas prehispánicos creían en la vida después de la muerte y por ello se enterraban con comida y bebida para el trayecto, y con los elementos que marcaban su status: este cacique seguiría gobernando en el más allá. EL
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