Figura votiva antropomorfa

Desde la mirada artística, las figuras muiscas conocidas como tunjos revelan un estilo y un lenguaje plástico propios que se alejan de la representación académica europea de la figura humana. Fueron modeladas primero en cera y luego vaciadas a la cera perdida, sin retoque o pulimento posterior. Su forma básica es por lo general una lámina triangular y sus rasgos están dados por hilos de cera: un rostro en forma de escudo, un hilo para la nariz, un óvalo para cada ojo, generalmente brazos y piernas filiformes. Al ver de cerca el objeto podemos imaginar el trabajo en cera del orfebre, qué herramientas usó y si calentó, por ejemplo, el hilo que dibuja la nariz para pegarlo cuidadosamente a la lámina de la cara.

Este retrato, de una mujer desnuda, se destaca en el arte muisca porque sobre la lámina triangular con brazos y piernas planos el orfebre agregó brazos y piernas en volumen, logrando un interesante efecto. La mujer está sentada, lo que en la América indígena indica su importancia ritual, tanto como su importante tocado y el bastón con un ave que porta en la mano. Los muiscas eran “gente vestida”: así los calificó el cronista español Juan de Castellanos para diferenciarlos de sociedades de bandas o tribus de las zonas cálidas. Organizados en poderosos cacicazgos y residentes de los altiplanos fríos, se cubrían con mantas rectangulares finamente tejidas en algodón y en ocasiones decoradas con dibujos de pincel de tonos ocres y rojos. Según una característica del lenguaje artístico muisca, casi todas las figuritas antropomorfas de metal que representan personas las muestran desnudas pero adornadas, aunque en una alta proporción no se indican los órganos sexuales. Sabemos, por cierto, que los sacerdotes se quitaban las ropas cuando ingresaban a un espacio sagrado, como un bosque, para colocar una ofrenda. Las ofrendas también entraban desnudas en ese espacio sagrado. EL