Estas figuras de oro que los muiscas colocaban en ofrendatarios de cerámica y luego en santuarios o lugares especiales no se hicieron para ser vistas: se envolvían en telas de algodón de la misma forma como se enfardelaban las momias de caciques y sacerdotes, a la manera de semillas preservadas para el mantenimiento y equilibrio de la vida en nuestro mundo. Desde el siglo XIX –a partir de las investigaciones de Ezequiel Uricoechea– las llamamos “tunjos”, usando una palabra que en la lengua de los muiscas significaba “ídolo” (según los diccionarios hechos por sacerdotes españoles del siglo XVI). Sin embargo, en el período colonial, “tunjo” se aplicaba por igual a los objetos de oro enfardelados y a las momias pero no a las figuras sin envolver que entonces eran denominadas “santillos”. EL