Iconográficamente esta pintura representa la glorificación de San Hermenegildo, rey de los godos. Siguiendo los modelos arcaizantes del tardomanierismo sevillano la obra presenta un doble registro superpuesto, uno terrenal y otro celestial. La composición del cuadro está sujeta a una rigurosa simetría que busca la axialidad tanto vertical como horizontal, con un cuidado equilibrio de volúmenes y color. En el registro superior y presidiendo la escena aparece la monumental figura triunfante de San Hermenegildo. Viste a lo legionario romano, esgrimiendo como única arma un pequeño crucifijo al rededor del cual se puede leer el lema “ERIT” (“Será”) en alusión a la conversión de los godos al catolicismo, la imagen se afirma en una postura teatral, sobre un macizo de nubes y rodeado de un coro celestial compuesto por dos ángeles mancebos que portan los instrumentos del martirio, y numerosos querubines y angelotes que lo festejan y coronan. Se presenta como un soldado de Crsito, como un “Miles Christi”, simbolizando el triunfo de la Iglesia Católica sobre la Arriana, pero también si lo trasladamos a la época en que se realiza la obra, el triunfo de la Contrarreforma sobre la Reforma protestante, aquí personalizada en la figura de su padre, Leovigildo, capitán de los ejércitos arrianos al que vence con la ayuda divina. En el plano terrenal aparecen de forma destacada San Leandro y San Isidoro. San Leandro protege a Recaredo, hermano de Hermenegildo, el futuro rey que proclamaría el catolicismo en España. San Isidoro, mira absorto al Santo y retiene con un leve ademán a Leovigildo, que se muestra caído y encogido, aferrándose al cetro, en una postura impropia de su jerarquía, acto que representa el triunfo de la iglesia sobre la herejía, simbolizada por el rey arriano, vencido y sin capacidad de reacción.