Gran fuente de cerámica vidriada con decoración pintada en verde y negro (cobre y manganeso), denominada en el argot científico "verde manganeso". La decoración consiste en un caballo enjaezado y ensillado, de largas crines sueltas, cola recogida en su nacimiento y anudada hacia el final en tres ramales. Sobre la silla aparece un ave con las alas desplegadas y cogiendo las riendas con el pico. La figura del caballo, frecuente en el arte islámico oriental, no lo es tanto en el islámico hispano, conociéndose pocos ejemplares de esta época. La figura del caballo como soporte de un guerrero o caballero es relativamente frecuente en el arte oriental, si bien no se conoce tampoco esta extraña asociación de caballo cabalgado por un ave, por más que en Nisapur (Irán) en el siglo X se produjeron unas piezas en las que, además del guerrero, el caballo soporta sobre sus cuatro traseros un ave. Se da además la circunstancia de que el ave de la pieza de Elvira tiene un evidente paralelismo con otra ave del mismo Nisapu. El caballo sorprende por su naturalismo. Se habla de su aspecto mongol, y en efecto, parece mucho más un caballo mongol o chino, de no mucha alzada, con potentes flancos y rotundas pezuñas, que las abstracciones de caballos a las que nos tiene acostumbrados el arte islámico oriental. El origen granadino de esta pieza está fuera de duda, sin embargo se pueden detectar en ella tanto influencias persas como egipcias, aunque con fuerte carga de naturalismo que tradicionalmente se ha venido atribuyendo al peso del arte clásico en la península ibérica.
¡Todo listo!
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