Jarra de cerámica de Talavera de la Reina, con base circular, pie anular, cuerpo globular, boca circular con pico vertedor y, opuesta a éste, asa vertical plana. Entre dos cenefas de líneas negras onduladas y pinceladas azules, amarillas y negras, que decoran los extremos superior e inferior de la pieza, el motivo principal es un jinete ataviado con uniforme militar en el frente, y motivos florales a los lados; predominando los tonos azules, marrones, amarillos y negros.
La cerámica de Talavera constituye uno de los mejores ejemplos de la loza vidriada española, representando un cambio radical para la forma y el estilo de la industria alfarera en la Edad Moderna. Tuvo su máximo esplendor entre los siglos XVI y XVIII, produciendo piezas para un nutrido grupo de clientes como la Corona o el clero. Durante el siglo XIX sufrió una decadencia o popularización debido, entre otros factores, a la Guerra de la Independencia, que conllevó el arrasamiento de los alfares talaveranos.
La Guerra de la Independencia supuso también la ampliación del viejo repertorio temático, a partir del conflicto y sus personajes. Además de la efigie de Fernando VII, se representaron toscas imágenes de militares, guerreros o mutilados, con una clara actitud patriótica y antifrancesa; iconografía que pervivió durante todo el siglo XIX, adaptando sus elementos a posteriores cambios y situaciones políticas.
Esta jarra pertenecería a la tercera subserie dentro de la Serie de la Guerra de la Independencia, en la que se acostumbra representar un único personaje, de cuerpo entero o ecuestre, relacionado con la guerra; en este caso, la jarra muestra al Médico Palarea (1780-1842) guerrillero y general de las tropas españolas durante la guerra, rodeado de arbolillos, rameados y hojas de helecho. Su trazo es bastante imperfecto e inseguro, dotando a la imagen de un tono caricaturesco común a todos los personajes representados en esta citada Serie.
Begoña Torres comenta en relación con esta pieza: "La iconografía de los héroes populares de la Guerra de la Independencia se extendió, no sólo al retrato pintado y las estampas sino también a otros objetos y soportes: desde los naipes, a las joyas, hasta la cerámica de uso diario que, en vez de ser rubricada con el nombre del propietario o con la conocida expresión "Viva mi dueño", alentó las luchas patrióticas al hacer protagonista de su decoración a las imágenes (por cierto de sabor muy "naif") de los guerrilleros o del "Deseado"".
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